Lo sé, no tengo vergüenza. En tres días habrá pasado un mes
desde la celebración de los Oscars y hasta ahora no me puesto a escribir mis
conclusiones de la gala y los premios. Me hago mayor y ya no me recupero tan
fácilmente de una noche en pie hecha un manojo de nervios y los 5 días
siguientes a trabajar 10 horas. En fin, más vale tarde que nunca, aquí va mi
crítica.
Este año sólo había una película que no daba la talla, casi todas las candidatas eran más que decentes y las dos grandes favoritas auténticas obras maestras. Además, Billy Crystal fue el elegido para presentar la 84ª edición de los premios de la Academia.
Todo el mundo parece coincidir en que los resultados estaban
“cantados” y que la gala fue un rollo. No puedo estar en mayor desacuerdo. Para
empezar, porque un presentador tiene que estar ahí precisamente para eso, para
presentar, no para montar el espectáculo del siglo. Los protagonistas de la
noche son otros, no él. Yo desde luego me quedo con el “Malick, explícanos de
qué va tu película” del recien estirado Crystal frente al moralismo ecológico insoportable de
Ellen DeGeneres (2006), incluyendo discursito insoportable de Al Gore.
Además, los que no dormimos y al día siguiente tenemos que trabajar agradecemos
que se vaya al grano.
El año pasado las críticas se cebaron con Anne Hathaway y
James Franco y tampoco lo entendí. Ambos estuvieron correctos, con su justo
punto gracioso y, gracias al protagonista de “127 horas”, los que tenemos una
parte de nuestros sueños en Hollywood pudimos ver la gala como nunca antes con
sus vídeos del backstage.
En cuanto a la previsibilidad de los resultados tampoco la
comparto. En mi experiencia de siete años la ganadora del Oscar a Mejor Película
siempre se ha llevado también el guión, ya sea adaptado u original. Este año,
sin embargo, el Mejor Guión Original ha sido para “Midnight in Paris” (estando
nominada “The Artist”) y el Adaptado para “Los descendientes” (su rival, “La
invención de Hugo”). De hecho, por primera vez en estos siete años he perdido en
mi quiniela familiar.
El resto de premios se los han dividido “a pachas” entre las
dos favoritas, siendo los llamados “menores” para “La invención de Hugo” y los
principales para “The Artist”. Aunque finalmente puse en mi quiniela al film
francés por considerarla más completa, en realidad me quedo con la genialidad
de Scorsese como mi película favorita del año.
Estas mismas opiniones las llevo oyendo exactamente siete
años y yo me pregunto ¿todas han sido tan aburridas y previsibles? ¿O quizá es
que los expertos están aún más mayores que yo y dejan su texto escrito la noche
de antes para no tener que pasarla en vela? Suponiendo que sea la primera
opción, me alegro muchísimo de no opinar lo mismo, si fuera lo contrario habría
repetido una o dos veces pero no siete, desde luego.
Mis felicitaciones a Canal+ que, a pesar de no contar con la
grandísima Angels Barceló, hizo una cobertura extraordinaria de la ceremonia.
Gracias, de verdad, por emitir la Alfombra Roja tal cual, añadiendo la pizca
justa de originalidad de la mano de Cristina Teva.
Aunque la moda no es mi fuerte, diré que, además de la
siempre divina Natalie Portman, me gustó mucho el vestido de Penélope Cruz
(sobre todo si lo comparamos con el del año pasado), el de Milla Jovovich y el
de Gwyneth Paltrow. Y el más horrible, sin duda, el de Jennifer López.
Los mejores momentos de la gala: los muy emotivos discursos
de los actores secundarios (Christopher Plummer me hizo derramar más de una
lágrima con la dedicatoria a su mujer), la ovación de toda la sala a Meryl Streep
cuando subió a recoger su tercera estatuilla y las presentaciones de Natalie
Portman y Colin Firth.
Lo peor: la falta de entusiasmo de los asistentes en el homenaje a los
fallecidos en 2011.
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